Chinchiná y Quibdó son una muestra de lo que pueden lograr las ludotecas. La ludoteca de Chinchiná trabaja por mejorar la convivencia y la ciudadanía, y la de Quibdó promueve el cuidado medioambiental.
Cerca de la ludoteca Naves Cocorobé de Quibdó (Chocó) hay un arroyo que las niñas, niños y jóvenes de esta ludoteca visitan para ver de cerca las consecuencias de la contaminación y aprender cómo con sus acciones pueden evitar el daño ambiental tanto en su municipio como en el mundo. Mientras tanto, en Chinchiná (Caldas) las niñas, niños y jóvenes que asisten a la ludoteca han aprendido a compartir y han dejado atrás algunos comportamientos que generan violencia.
Todo esto es resultado del trabajo que cada una de estas ludotecas hace para mejorar las condiciones de los municipios. Quibdó, por ejemplo, presenta problemas medioambientes como consecuencia de las malas prácticas, tales como botar basuras en las calles y la minería. Siendo el cuidado ambiental, una necesidad del municipio, el énfasis de la ludoteca es el medioambiente, un trabajo complementado con el proyecto de erradicación del trabajo infantil y la mesa de participación infantil del municipio.
Las actividades que realizan para cumplir el objetivo de cuidado ambiental son variadas: jornadas de limpieza, caminatas ecológicas, historias narradas del arroyo que hoy está seco como consecuencia de la falta de cuidado, visitas, videos y tips sobre el cuidado del medio ambiente, como la importancia de desconectar los electrodomésticos que no se están usando y cuidar el agua.
“Estas actividades hacen que cambiemos el chip de los niños. E incluso los adultos a veces no conocen”, dice Luz Carmen Romaña Córdoba, coordinadora de la ludoteca Naves Cocorobé.
Por su parte, Chinchiná ha llegado a ser conocida por sus situaciones de violencia, especialmente por uno de sus barrios; por eso, desde sus comienzos la ludoteca ha tenido el énfasis de convivencia y ciudadanía con el objetivo de demostrar a las niñas y niños que este municipio tiene cosas positivas para mostrar.
“La ludoteca brinda herramientas para que se mejoren las habilidades sociales y para que la niñas, niños y jóvenes se den cuenta de que el juego produce efectos como: sana convivencia, posibilidad de compartir y actitud para tener en cuenta la opinión del otro. Se demuestra que el juego no es un espacio de conflicto donde nos desahogamos gritando”, dice Jorge Cárdenas Álzate, ludotecario municipal, ludoteca Naves Cafeteritos.
Más compromiso con el ambiente
Con los encuentros de juego, la ludoteca de Quibdó ha logrado reflexionar con las niñas, niños y adolescentes sobre los problemas ambientales. De igual forma, ha conseguido que se interesen por informarse acerca de temas del medio que los rodea y hacen parte de su vida cotidiana, adquieran conocimientos sobre su entorno para generar valores como el respeto por él y reconocer cuidados básicos como no arrojar basuras, apagar las luces, cuidar el río y los árboles.
Shaila Hernández Ruiz asiste a esta ludoteca hace varios años. Tiene 10 años y cuenta que va a jugar y a participar de las actividades. “Nos han enseñado a tener limpias las calles, hemos hecho jornadas de limpieza. He aprendido a no gastar tanta agua. Invitaría a más niños para que asistieran a la ludoteca para que entiendan cómo se trata a un amigo, para que sean mejores, para que cuiden el medioambiente y se diviertan”, dice la pequeña.
Uno de los avances se evidencia cuando entre compañeros se llaman la atención en el momento que botan basura a la calle, algo que no sucedía antes, explica la ludotecaria Romaña. “También dicen con propiedad que se debe reciclar, que se deben desconectados los electrodomésticos que no se estén usando”, explica.
Durante el primer semestre de 2018 participaron 477 niñas y niños en encuentros de juego en ludoteca fija; 6.441 en ludoteca viajera y 549 en tomas de cuadra, parques y calles.
Niñas, niños, jóvenes y adultos más tolerantes
La luduteca Naves Cafeteritos también ha mostrado resultados positivos. “Llevo la mitad de mi vida asistiendo a la ludoteca y es muy buena la experiencia. Antes era muy egoísta, ahora comparto y no soy tan tímida. Invitaría a más niños a que se vincularan porque nos enseñan muchas cosas, la importancia de la amistad y los valores”, dice Laura Sofía Acevedo de 15 años de edad.
Así como Laura ha tenido cambios en sus comportamientos asistiendo a la ludoteca, muchos niños más también los han hecho. “Los niños ya interiorizaron lo que nosotros llamamos acuerdos, que son como las normas de convivencia en el momento del juego, como no robarse los juguetes, no dañar, no pelear, no decir groserías y eso lo hacen cumplir ellos. Ahí nos damos cuenta de que ellos ejercen el derecho a participar, a hablar y a opinar. Ellos hacen cumplir los acuerdos”, explica Cárdenas.
“Mi comportamiento era grosero, ahora soy mejor persona. Vengo hace como tres años. Aquí cambio de ambiente, me gusta compartir las actividades con los profesores y con mis amigos. Más niños deberían venir para que aprendan a compartir”, dice Sergio de 11 años de edad. Luisa, también de 11 años, dice que asiste hace más o menos seis años a la ludoteca. “Acá comparto con mis amigos y disfruto la niñez. Nos enseñan valores y los aplico en mi vida. Que más niños vengan para que se diviertan como lo hago yo”, dice la pequeña.
Uno de los grandes resultados que la ludoteca tuvo este año fue impactar a 54 familias porque no es fácil que las familias tengan corresponsabilidad con las ludotecas, pues la experiencia les ha mostrado que los padres de familia la ven como una guardería en la cual dejan a sus niños mientras ellos hacen otras actividades.
Otro logro ha sido el cambio de concepto en el cual las instituciones educativas tenían a la ludoteca. Hace algún tiempo veían a los ludotecarios como recreacionistas, pero cuando mostraron las estrategias de juego con propósito los empezaron a llamar para hacer acompañamientos y capacitaciones a docentes y a algunos niños.
Las actividades también son llevadas a los adultos mayores. “Tanto los niños como los adultos ahora son más receptivos, antes de reaccionar hacen un alto. Los adultos, por ejemplo, tenían la costumbre de decirle al otro: cállese, deje oír, mientras estábamos en el encuentro. Ahora vemos que le toca la pierna suave y le dice: escuche”, concluye Cárdenas.