Desde hace tres años esta ludotecaria trabaja con la comunidad wayú en Manaure (La Guajira) para que las niñas y los niños de esta comunidad se auto-reconozcan y fortalezcan su cultura; y, hace cerca de un año en el marco de este trabajo surgió ‘ludoteca étnica’, un proyecto que ha ido escribiendo su historia como ludotecaria.
Sin habérselo propuesto, la sicóloga Sulmira Rosario Espeleta Robles se convirtió en ludotecaria. Desde hace 9 años su vida está en función de hacer que madres, padres e hijos se relacionen de otra manera, a través del juego. Que el juego ayude al desarrollo de niñas y niños desde temprana edad.
El juego es motor de su vida y hoy lo es también de su familia. De madre wayú y padre arijuna (no indígena), esta ludotecaria de 34 años de edad y madre de un hermoso bebé, se enorgullece de ser wayú. Por eso, está feliz de que su más reciente proyecto como ludotecaria tenga como énfasis, precisamente, el reconocimiento y la conservación de su cultura wayú.
Manaure (La Guajira) es el escenario donde se lleva a cabo la exitosa iniciativa: ‘ludoteca étnica’, que comenzó el año pasado con el objetivo de que las familias de esta etnia se vinculen en el juego y se fortalezca su cultura. Nada menor, si se tiene en cuenta que el 80 % de los habitantes de este municipio es wayú.
La idea fue de Sulmira y de su compañera, también ludotecaria, Cirles Meza, y la propusieron a Chevron, padrino de la ludoteca.
Indira Sabalza, gerente técnica de la Corporación Juego y Niñez, cuenta que las acciones planteadas por estas dos profesionales se llevaron a la práctica desde la ludoteca, junto con las compañeras del equipo. “Plantean acciones encaminadas a que la niñez indígena se auto-reconozca, identifique las características de su cultura y juegue desde la cultura”.
Mientras Sulmira cuenta algunas cualidades de esta estrategia, se dirige, junto con el equipo de la ludoteca, hacia una zona rural de Manaure, específicamente a la comunidad Shirruia, para proyectar la película El pájaro loco, o como le dicen los pequeños de esta cultura ‘el pájaro mamainnaa’. Allí se reunirán las familias entorno a ‘ludocine’, una actividad que hace parte del proyecto.
El equipo de la ludoteca se ha ganado la confianza de las comunidades porque antes de iniciar cualquier actividad habla con su líder y le informa qué se espera realizar y con qué razón. Una vez aprobado el proyecto, suenan los parlantes y algunos tambores, los ludotecarios se pintan la cara como lo hacen los wayú y el baile tradicional de la yonna indica que ya va a iniciar la jornada de juego.
“Ser ludotecaria ha sido un reto. En este proyecto me he sentido identificada con las familias en el momento de socializar, realizar actividades. También cómoda porque manejo un poco la lengua y se me hace más fácil llegar a la comunidad. Ha sido una experiencia bonita para mí el estar conectada con mi etnia en este proceso”, dice.
Aunque el proyecto comenzó en 2017, Sulmira llegó hace tres años a la ludoteca Naves Chevron, donde surgió este proyecto. Su experiencia ha demostrado que es muy dedicada, disfruta su trabajo y siempre está preocupada por garantizar que su labor vaya más allá de la ludoteca física, como lo afirma José Palacio, coordinador de relaciones con la comunidad, de la compañía Chevron.
“Sulmira ha logrado llegar con la estrategia de ludoteca móvil a muchas rancherías de la zona rural de Manaure, recuperando e incorporando juegos tradicionales wayú a las nuevas generaciones. Además, ha logrado involucrar a las familias de las niñas y los niños en las actividades”, agrega Palacio.
Un trayecto de más de nueve años
El camino a ser ludotecaria comenzó hace catorce años, en 2004, cuando se postuló al cargo de ludotecaria municipal en Manaure. En ese momento no fue elegida, pero no perdió la esperanza, se preparó y gracias a ello, más adelante, en 2009, fue nombrada auxiliar ludotecaria y a los pocos días ascendida a ludotecaria.
De 2012 a 2014 coordinó un proyecto de la Corporación Juego y Niñez en Maicao (La Guajira), en el que, a través de la ludoteca itinerante, se realizaron varias actividades en compañía de la comunidad.
El equipo con el que estaba Sulmira arregló un parque para la niñez, organizó encuentros educativos con niñas, niños y padres de familia, entregó boletines para los padres y madres de familia, escuchó las necesidades e intereses de la comunidad y construyó, con base en ello, un proyecto pedagógico. Las actividades fueron planeadas según las edades, la cultura y el contexto.
“Con las madres y padres hacíamos juegos. A las madres gestantes les leíamos cuentos y fomentábamos la estimulación temprana, llevábamos colchonetas y era un espacio solo para ellas. Igualmente, teníamos actividades para niños de 1 a 5 años. Con las niñas y niños más grandes hacíamos competencias. Teníamos rincones para bebés y para las madres wayú llevábamos chinchorros para que tuvieran el encuentro con sus hijas e hijos”, dice Sulmira.
En 2015 llegó a desempeñarse como ludotecaria en infancia en el municipio de Manaure, donde hoy continúa como ludotecaria en la ludoteca Naves Chevron. Lugar en el que desarrolla con otros profesionales varios proyectos, entre estos, la exitosa ludoteca étnica.
“Para mí ludotecas étnicas es una estrategia muy buena para recordar nuestras tradiciones y poder enseñarlas a nuestros hijos, así pueden tener en cuenta las costumbres de sus ancestros. Es importante rescatar nuestras costumbres a través de esta estrategia que tiene la ludoteca”, dice Suleydi, una mamá wayú que ha participado en la estrategia.
Sulmira concluye diciendo que ha sido una experiencia muy bonita el contacto con las niñas y niños. “No era fácil al inicio, porque me veían como una extraña que invadía sus hogares. Pero luego, con el contacto seguido y el proceso, se generó confianza y nos fuimos enamorando. Mi desempeño en la Corporación Juego y Niñez se ha fortalecido mucho. Hasta hoy hemos realizado grandes actividades. Llevamos procesos no solo con la familia, sino también con todas las instituciones del municipio tanto en la zona rural como urbana”.